comentario sobre 1996 altavista
Dramaturgia de Daniel Baena
Por Guillermo Álvarez Marín, miembro de Átropos, 2022
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Ruleta:
Pum -estalla un globo- y recordó cómo una vez
dispararon por detrás de él al salir del colegio.
Pum.
Esteban Mazuera
Sin ser un experto en los conceptos que maneja la teatrología y la puesta en escena; teniendo poco conocimiento de las apreciaciones que el nuevo milenio desarrolla sobre la filosofía dramática, voy a intentar un comentario sobre una obra que días recientes, en Casa del Teatro, en la sesión de Átropos, pusieron en mis manos.
Los años sesenta, traen una coyuntura social, donde la agresividad es la variable más aguda que maneja, no solo el país, sino también Latinoamérica. Asesinatos, secuestros, ataques militares a la población civil, guerra entre narcotraficantes, la lucha por la hegemonía, gobiernos neoliberales aliados con el soborno, la iglesia arrodillada al quehacer político, ataques de la guerrilla a la población indefensa, la revolución estudiantil, la reivindicación de la mujer por sus derechos, la diversidad de género, en fin, una serie de acontecimientos fueron factores determinantes para que la inflación, la demanda y la oferta, influyeran en el producto interno bruto, donde las remesas del país en el exterior, tuviesen un incremento demasiado alto, ocasionado por el ingreso de armas clandestinas, y a la vez, por el traslado de droga a territorios extranjeros, pero, fabricada en los campos, generando desplazamiento al campesino. Y ese conflicto se traslada también a las zonas periféricas de las ciudades.
En Medellín, el sector de Manrique, la comuna trece, San Cristóbal, Belén y Altavista, entre muchas otras, dan cuenta de una ola criminal que maneja el microtráfico de drogas, por invasión de territorio, por posesión de este, o por ocupar la plaza que maneja otro grupo. La masacre entre jóvenes es el pan de cada día. En Colombia el pasado ha demostrado que siempre es conflictivo.
Muchos escritores hacen referencia a la violencia y compiten con la memoria y la historia, porque la historia, no siempre puede creerle a la memoria y la memoria desconfía en la reconstrucción de hechos, en los derechos del recuerdo, en los derechos de la vida, de la justicia, de subjetividad del hombre.
Revivir y reconstruir una historia del tiempo presente, y del pasado reciente, es la tarea con la que se ha comprometido Daniel Baena, esta vez, y lo ha hecho muy bien con su libro “Altavista 1996 dramaturgia”.
En el texto, encontramos una dramaturgia de las manchas imborrables, el estado como siempre descuidado, no se hace presente en el devenir popular, no le interesa la metrópoli. La catarsis trasciende a un olvido colectivo, pero, el ánimo de la prole contempla todavía los recuerdos de situaciones tan trágicas como las que están descritas en el texto.
La memoria de los acontecimientos en los territorios, es una toma, no solo de los historiadores, sino, responsabilidad de los sujetos, que conforman la sociedad, algunas veces, sujetos que por asuntos de pobreza y falta de oportunidades demandan una confrontación violenta entre lo que llamamos bandas.
La dramaturgia de las huellas como la denomina Daniel, está impregnada en los cuerpos de las personas, en una construcción comunitaria; y así, lo plantea hoy, el teatro latinoamericano: a través de su testimonio, los habitantes dan los insumos o la materia prima para la creación de las imágenes de la propuesta antropológica.
Ahora bien, estos aspectos de comunidad son los que entran en los estados emocionales del hombre del común, los cuales crean dramaturgia en el cuerpo, en el espacio y en la fábula, para contemplar una situación trágica.
La estructura de la obra en sí, está llena de aspectos líricos y épicos, posee un conflicto contextual y una versión de acontecimientos corporales.
Es conmovedora, su catarsis llena al espectador de mucha carga personal, con un lenguaje sazonado, pero violento; los personajes actúan mediante el diálogo-relato que genera compasión y temor. El lenguaje sazonado es aquel que tiene ritmo, armonía y canto; aquí cabe decir, que esta obra encarna una tragedia, pues, contiene los elementos que la conforman según Aristóteles.
Encontramos una imitación de las acciones esforzadas, donde la decoración, la melopeya (armonía musical, ritmo) y la elocución crean la imitación. La peripecia, los personajes sufren, pero, demandan una solución; la agnición, un cambio desde la ignorancia hasta el conocimiento de los hechos, por amistad o por odio, cuyo destino está contemplado a la dicha o al infortunio. El coro se define como parte de los elementos de la tragedia, allí un grupo de mujeres entonan un ALABAO, canto de la región del pacifico colombiano, creando una relación entre los muertos que se van al infinito y los vivos que quedan soportando esta miseria. Ellas, con su canto, crean una plegaria que le da el último adiós a Saturio, que representa a todos, los que parten de este mundo.
Ahora bien, hay que considerar, que esta obra a medida que avanza en espacio y tiempo, va creando un sentimiento de terror y miedo, que puede afectar la sensibilidad de los espectadores, y el escritor se da cuenta de ello, por eso, en la tercera parte de la obra, antes de las voces testigos, crea un intermezzo que le da silencio, armonía y descanso al alma de los espectadores; es una síncopa de contratiempo, que permite reemplazar una secuencia de la acción fuerte, por una medida de descanso, de reposo. Es una cortina musical que se intercala entre los actos de la obra, el concierto número 8; es una transición entre dos escenas, que DIMITRI SHOSTAKOVICH, la escribió impresionado por la ciudad de Stalingrado devastada y la dedicó a las víctimas de la segunda guerra mundial y del fascismo en 1.960, y que el escritor Daniel, trajo a colación, debido a que en sus experiencias está el violín de 4/4, quien lo ejecuta correctamente.
Para mí, es una obra épica, escenas sueltas que se interrumpen para construir una línea de la historia, para dirigirse a la audiencia; en su dispositivo busca una relación de espacio saber-poder, la obra está situada en el contexto histórico y su emergencia responde a un acontecimiento relacionado con el poder, integrando a la sociedad y al sujeto.
Con una lírica apropiada, los personajes comunican la más íntima vivencia de súplicas, enlaces subjetivos que entrelazan los estados de ánimo. De los sucesos relatados, encontramos una conciencia del sufrimiento, las madres claman por sus hijos muertos, el estado no accede a sus peticiones.
En el momento en que escribo esto, en Altavista se hace una convocatoria, para reunir los actores, con experiencia y sin ella, para el montaje de esta obra.