Poema inspirado en Francisca
o Quisiera Morir de Amor

de Martínez y Quintero

Valeria Isaza Jiménez, miembro de Átropos, Medellín, 2021

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Agua

Algo se abre. Como una flor algo se abre. Entonces, un silencio hecho de pétalos. Un silencio que se ahoga. Que se hunde.

Lo que palpita dentro mío es el mismo corazón de la Tierra. Que me habla. Que siento bajo mis pies, en todo mi cuerpo. Que me recorre y me camina.

Un murmullo a lo lejos. No. No tan lejos. No tan lejos.

Una devoción que desconozco. De repente, algo se rompe. Afuera. No. Adentro. El rumor se escucha, se esconde entre las piedras.

El frío. Espero como quien espera, sin saber más que hacer, espero.

Espero como quien se sienta a mirar como el sol deja de iluminar una fracción de la habitación para comenzar a iluminar otra.

No hago otra cosa que vagar a tientas por una noche que no comprendo. Con una lámpara de aceite. No pienso. No busco nada: un rostro que ahora pertenece al olvido.

Tierra

No se puede prolongar nada hasta el infinito. Todo se intensifica, y luego, todo muere. Casi inmediatamente. Cae. Marchita.

Me fragmento, poco a poco. Todo vuelve a empezar. Y se repite. Y se repite.

Digo no. Parálisis. Nada marcha de nuevo. Del amor solo queda una tarde.

Estremecimiento. Deseo.

No es el amor, no es el amor lo que se repite hasta el vértigo. Posibilidades en suspenso. Catástrofe.

Existe, en algún sitio, el recuerdo de un amor. Que más que amor fue un morir. Como la canción: Nostalgia.

No es el amor lo que se repite hasta el vértigo. Tampoco el deseo. Es lo sagrado. Lo que hace que mis rodillas flaqueen, que mis manos tiemblen.

Los pies sumergidos. Quietos. Me encuentro a las orillas de no sé dónde. De pie, sin atreverme a sumergirme. Me encuentro sumida en una oscuridad interminable mientras algo se abre.

Todo florece para volver a caer al suelo y morir. Todo muere para volver a florecer. No termina nunca. 

Aire

Pájaros se mueven por entre las copas de los árboles. Una mujer que quisiera morir de amor. Debajo, en la tierra las raíces hablan. Se tocan entre sí. Las cosas crecen.

La ilusión de ser tocado por el otro. Ensimismamiento. Lejanía.

Enajenación.

Guardo silencio. Hablar significaría traicionarlo todo.

Fuego

Ante mis ojos: la noche. Un cielo que nunca termina. Delirio.

No se riegan las flores que han muerto. No resucitan. Mueren. Dulce, delicadamente. Mueren.

Me inclino sobre el suelo, me vuelvo pequeña. Me abrazo sin esperar que nadie me abrace. Me abrazo como quien solo se tiene a sí mismo.

Solo sé hablar de flores. De flores que se abren en la tierra. De flores que se abren en el agua.