RAÍCES
Alberto Mira, Miembro de Átropos.
Medellín, 2022
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A los 17 años mi abuelo se enroló en la milicia liberal y se fue a la guerra de los mil días. Fue uno de los niños soldados de los cientos que participaron en dicha guerra. En Santa Rosa, un pueblo frío y “godo”, los Mira, la familia de mi abuelo, eran liberales radicales, la sangre caliente del pueblo. Por eso mi abuelo se fue al interior del país a pelear por el partido liberal. Pero al sentir la dureza de la guerra decidió desertar en Chaparral, Tolima. Y a caballo y a pie, por trochas y caminos llegó a Segovia, Antioquia y allí se colocó a trabajar en una mina de oro que usufructuaba una empresa transnacional y trabajó ahí en Segovia y después en Remedios y en la mina Berlín en Briceño. A los 30 años regresó a Santa Rosa, sin plata pero hecho hombre.
Conoció a mi abuela, se ennoviaron y a los meses se casaron. Dedicados a labores del campo emprendieron su vida juntos, mi mamá nació muchos años después. Pero la verdadera vocación de mi abuelo era la música. Aprendió a tocar la caja, instrumento de percusión, de oído y se convirtió en el “caja” de la banda del pueblo. Él era el que daba el inicio a la banda, en el aire con una de las baquetas dibujaba un compás para inmediatamente “golpear” el instrumento y ahí empezaba a tocar toda la banda. A mi abuelo le decían el “zorro Mira” y “el negro”.
La negreza de mi abuelo venía de su mamá, se llamaba Dionisia. Ella fue la matrona de la familia de mi abuelo. Una mujer negra, alta, que le insufló alegría y tenacidad.
Eso es todo lo que se de mi abuelo, de mi abuelo “el negro” como yo. Murió pocos meses antes de yo nacer.
Pero sé que es de él y de mi bisabuela, la Dionisia negra, mi ancestra, de donde viene mi “dionisismo”: el sentir profundo y libertario, raíces de mi vida…